Se ha cumplido un mes de la desaparición de 43 estudiantes en Ayotzinapa Guerrero, el pasado 26 de septiembre. Un hecho que ha traspasado fronteras. Desde entonces y hasta ahora, nada se sabe de los normalistas. La situación ha sido tan relevante que la sociedad civil está en alerta. Estudiantes, universitarios, organizaciones no gubernamentales y ciudadanía tanto a nivel nacional como internacional han levantado la voz.
El Parlamento Europeo condenó enérgicamente la desaparición de estos estudiantes. La UE se solidariza con México para ejercer y proteger los derechos humanos. Incluso se ha propuesto un trabajo conjunto y un esquema de acompañamiento entre los 28 países que lo conforman y nuestro país, en aras de promover la localización de los desaparecidos.
La ONU por su parte también condenó la desaparición de los 43 estudiantes y calificó los hechos “como los sucesos más terribles de los tiempos recientes.” La OEA también se unió a las voces internacionales que califican lo sucedido como “inhumano y absurdo”.
En medio de la búsqueda cayó el Gobernador de Guerrero Angel Aguirre, quien decidió pedir licencia mientras se llevan a cabo las investigaciones y con el fin de regresarle un poco de calma a su Estado.
Durante este penoso proceso hemos visto actos violentos perpetrados en contra de los Palacios Municipales de Iguala y de Chilpancingo. Vandalizados por maestros, normalistas y sociedad civil que en la desesperación han llegado a realizar actos reprobables para llamar la atención de las autoridades y exigir que den respuesta a sus solicitud de encontrar a los jóvenes: vivos o muertos.
Ya son miles las voces que se unen en distintos lugares del mundo a través de marchas y manifestaciones.
La exigencia de la sociedad no se han hecho esperar. La respuesta ha sido aterradora: encuentran fosas clandestinas con cuerpos mutilados, calcinados y torturados y no localizan a los estudiantes. Cuerpos inertes de personas que se suman a los desaparecidos. Y entre más buscan, más cuerpos de personas enterradas encuentran. Guerrero ha sido convertido en un cementerio. De sus playas azules poco se habla. Ni una sola palabra de su gente amable y de su hermoso turismo. Hoy el Estado vive uno de los momentos más difíciles de su historia. El terror se ha apoderado de su gente y la indignación crece por instantes por lo sucedido. México el país de impunidad.
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