¿Qué puede orillar a un niño, o a un adolescente a abandonar su casa, su hogar, o su país? La respuesta es sencilla: vivir sometido a un entorno de violencia, maltrato, miseria, falta de oportunidades son factores más que suficientes para que un niño desee no vivir en un lugar determinado. Pero todavía es más duro pensar ¿qué orilla a miles de niños centroamericanos y mexicanos a dejarlo todo para irse a los Estados Unidos? ¿La consecución del sueño americano?
Ese el deseo de niños, niñas, adolescentes, hombres y mujeres que buscan salir de la pobreza, la miseria, la violencia y el maltrato, para vivir una vida digna y feliz. Sería extraordinario que fuera así de fácil. Si sólo se tratará de “cruzar el charco”. Pero el camino hacia conquistar ese sueño es una travesía que les puede costar la dignidad, la autoestima e incluso la vida.
Se destapó la cloaca.
Las cifras de niños centroamericanos y mexicanos que buscan mejor calidad de vida en los Estados Unidos se ha desbordado. Se habla de 52 mil niños detenidos en los últimos meses que intentaban llegar “al oro lado”. Las peripecias a las que se tienen que enfrentar van de lo trágico a lo macabro.
Historias de explotación laboral, sexual, violencia, insultos, maltrato y vejaciones ejercida por policías, autoridades y todo tipo de personas que se aprovechan de la vulnerabilidad de estos pequeños que a veces no cumplen ni los 12 años de edad se escuchan de sus propios labios. Niños y niñas que tienen que cruzar la frontera, para poder reunirse con sus padres que los han dejado a cargo de sus propias vidas, mientras ellos salen a tratar de sobrevivir y de enviarles algo de recursos para que se las arreglen como puedan. ¿Son capaces de imaginar a sus propios hijos en una situación similar? ¿Utilizados como productos humanos, en manos de seres corruptos y criminales?
Los responsables son los gobiernos de los países que como Nicaragua, El Salvador, Honduras, Guatemala y México no están brindándoles a los pequeños, las condiciones mínimas se seguridad, estabilidad, protección y oportunidades de crecimiento, ni a sus padres, ni a las nuevas generaciones. ¿Quién quiere vivir en medio de la podredumbre y la violencia?
La responsabilidad como es compartida. También es lo es del gobierno estadounidense que promete lo que no puede cumplir. Ni puede recibir a los migrantes, ni cumplirles el sueño que les ha vendido, ni brindarles la seguridad que les han prometido….
Y después del periplo, los inmigrantes se enfrentan a la cruda y dramática realidad: la detención, y la deportación. El regreso al peor de los mundos: volver a sus hogares rotos y con las heridas a cuestas.
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