Los últimos días del mes de octubre y los primeros días del mes de noviembre se celebra en México el “Día de Muertos” una de las fechas más emblemáticas de los mexicanos, el cual también se festeja en otros países de Mesoamérica.
Al ser fechas especiales, se realizan altares para recordar a quienes ya no están con nosotros a través de ofrendas.
El origen del “Pan de Muerto” se remonta a los tiempos de la Conquista de los españoles, cuando se practicaban los sacrificios humanos. En los que los aztecas ofrendaban a los dioses el corazón de una doncella, que sumergían en una vasija llena de amaranto, para realizar una ceremonia ritual en la que ingerían parte del corazón.
Los españoles al ver esta practica de los indígenas, decidieron terminar con los sacrificios humanos y preparar un pan de trigo cubierto de azúcar roja que simulaba el corazón de las doncellas sin que tuvieran que perder la vida.
En algunos lugares de Mesoamérica, se preparaba un pan de amaranto molido que se mezclaba con la sangre de las personas sacrificadas para ofrecérsela a los dioses. Con el tiempo se fue modificando la tradición hasta ser como lo conocemos.
El centro del pan de muerto es un postre que contiene un significado espiritual, desde la forma circular que simboliza el ciclo de vida, hasta las canelillas que hacen alusión a los huesos de los difuntos.
Según algunos historiadores, “comer el pan de muerto es para los mexicanos un verdadero placer, se considera la antropofagia de pan y azúcar.” El fenómeno se asimila como una forma de respeto e ironía, que desafía a la muerte, por lo que olvidan el temor a la muerte a través de la comida.
Cronistas gastronómicos consideran que los inicios de la industria del Pan de Muerto en México inició en el siglo XVIII, con la influencia europea.
Los primeros panes de muerto eran hechos de masas burdas que poco a poco se fueron refinando hasta convertirse en piezas más refinadas.
Las técnicas de elaboración del Pan de Muerto se basaban en el desgranado, la molienda, la fermentación y el conocimiento que se iba adquiriendo con el paso del tiempo y la experiencia.
Por lo que hoy en día el Pan de Muerto ha sido declarado como parte esencial de la gastronomía declarada como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco en el 2010.
El consumo del famoso Pan de Muerto en México forma parte de los altares y de los festejos a los muertos en los días festivos 1 y 2 de noviembre y es el reflejo de la fusión de dos mundos el prehispánico y el español. Entre la alegría de los pueblos mexicanos por festejar a la muerte y el tradicional trigo en el mundo católico europeo.
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