Más que un platillo, el bacalao es el nombre de un pez que habita en la parte norte del planeta, principalmente en Noruega, aunque hay grandes concentraciones de estos peces en toda la franja norte de mundo.
Aunque no suelen ser peces muy grandes, tampoco son pececillos, ¿eh?.
La mayoría son peces, digamos, medianos, aunque podrían alcanzar los dos metros de largo y los cien kilos de peso, cuidado. Como vive en las frías aguas del Norte, es un pez muy rico en nutrientes grasos y omega -3. De hecho, el aceite de hígado de bacalao es muy apreciado justamente por su gran riqueza de omega 3 y es muy socorrido en cápsulas o complementos alimenticios.
Cuando yo era niño, nos daban cucharadas aceite de hígado de bacalao para que “nos pusiéramos como robles de fuertes”.
Y hoy, si bien es cierto NO extraño las cucharadas de hígado de bacalao, lo disfruto cada año a la Vizcaína, en la cena navideña
¡Qué sabor!
Una de las mejores maneras de conservar al pescado y su sabor, es la salazón, esto es, secarlo a través de la sal. De esta manera se puede conservar durante semanas o meses.
Esta es la manera en las que las poblaciones antiguas de Europa podían almacenarlo y tener su provisión de alimento durante los crudos inviernos.
Es, desde luego, un alimento importante para los pueblos del Norte, y en España es uno de los platillos estrella del País Vasco y su capital: Vizcaya.
Aquí en México nos encanta en estas fechas y lo preparamos normalmente a la Vizcaína, como una de las herencias hispanas, peeeero (ya saben) con un toque mexicano.
¿Cómo es eso? Además del aceite de oliva. la cebolla, la papa y el tomate, pimiento rojo aquí le echamos su pimiento verde y su frascote de chiles güeros en vinagre. ¡Ah, como de que no!
Eso, con un pan de costra dura y miga blanca,como la baguette, y un vino adecuado, como un estupendo Ícaro, os hará una Navidad feliz
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