El mejor momento para ir a Qatar sin duda es en diciembre o enero, ya que la temperatura es agradable, aunque cálida.
Todos hablan de los milagros económicos de los países de la península arábiga, en donde hoy en sus panorámicas cuentan con rascacielos ultramodernos y espacios con estructuras diseñadas por los mejores arquitectos del mundo.
Es el auge petrolero, en algunos países como Emiratos Árabes Unidos que cuenta con ciudades ultramodernas como Abu Dhabi o Dubái.
Es también el caso de Doha, capital de Qatar.
Este pequeño país enclavado en las costas de la península arábiga tiene historia parecida a sus vecinos: antes del auge energético, comerciaban perlas y otros materiales preciosos.
Después, vino el boom energético. Qatar posee la reserva de gas natural más grande del mundo. Y de las mayores petroleras.
Hoy es uno de los países con más alta renta per capita del planeta. Su capital se transformó en una moderna ciudad.
No obstante, lo que más disfruté yo en Doha no fueron sus extravagantes edificios, o sus islas artificiales.
Lo que más se disfruta en Doha es su mercado tradicional, en donde están sus raíces, y en donde se puede observar la herencia de este pueblo beduino.
Este zoco es el famoso Souq Waqif. Hace tiempo que se incendió y fue restaurado, respetando todo su encanto antiguo.
El sólo entrar a el, comienza un festival de olores: a madera, a uva o a cereza de las pipas de agua, a delicias culinarias de corredor de restaurantes y cafés, donde los árabes se sientan a charlar y degustar la shihsa ( pipa de agua) .
La comida árabe es adictiva. El pan árabe recién horneado es una de las mejor acabadas aportaciones del hombre ¿a poco no?
Nada más delicioso que unos picatostes árabes con Tabule. Te sientas con un Babaganny, una ensalada hecha con berenjenas, aceite y perejil, que personalmente es el mejor que he probado.
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